Si
tuviéramos que escoger un hecho en el que quedó diáfanamente cristalizada la
legalización del PCE, el hecho sería la matanza de Atocha, prácticamente olvidada
y sin mayor interés salvo para el único superviviente y los familiares de los
fallecidos.
Ayer día 24 se cumplieron 40 años del
asesinato de los abogados comunistas del despacho de Atocha, 55. Más allá de lo
que se pueda seguir diciendo de los autores, a los que se ha perseguido con más
saña que a la mismísima ETA, mejor sería, ahora que todo ha prescrito, que se investigará
a los instigadores y cooperadores necesarios, que los hubo, porque ellos nos
conducirán hata los autores intelectuales, cuyo propósito fue seguir incrementando
la escalada de la tensión, sin romper la cuerda, habilidad en la que los
comunistas eran verdaderos expertos, a fin de conseguir la legalización del PCE,
cuyos estatutos apestaban de contenidos totalitarios y golpistas, dirigido por
dos genocidas de renombre: Santiago Carrillo, la rata de Pontejos, y Pasionaria, el zorrón de hijos sí, maridos no. Y entre ellos, y puede que dando
a los dos, el meón de Alberti, sobre el que siguen pesando acusaciones
gravísimas.
Así pues, aquella acción premeditada, escogida
y dirigida, que consistía básicamente en darle dos puñetazos en la cara o un par
de tiros en las piernas, según fuera la reacción del fulano, Joaquín Navarro,
un paleto al que apenas se entendía cuando hablaba, y al que el PCE a través de
CCOO tenía pautado como cabeza visible de la huelga política que tenía colapsado
Madrid, les salió mejor de lo que habían supuesto.
Por eso, como hemos dicho al principio. Si tuviéramos
que escoger un hecho en el que quedó diáfanamente cristalizada la legalización
del PCE, el hecho sería la matanza de Atocha, prácticamente olvidada y sin
mayor interés salvo para el único superviviente y los familiares de los
fallecidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario