miércoles, 25 de enero de 2017

La verdad de Atocha



Si tuviéramos que escoger un hecho en el que quedó diáfanamente cristalizada la legalización del PCE, el hecho sería la matanza de Atocha, prácticamente olvidada y sin mayor interés salvo para el único superviviente y los familiares de los fallecidos.
   Ayer día 24 se cumplieron 40 años del asesinato de los abogados comunistas del despacho de Atocha, 55. Más allá de lo que se pueda seguir diciendo de los autores, a los que se ha perseguido con más saña que a la mismísima ETA, mejor sería, ahora que todo ha prescrito, que se investigará a los instigadores y cooperadores necesarios, que los hubo, porque ellos nos conducirán hata los autores intelectuales, cuyo propósito fue seguir incrementando la escalada de la tensión, sin romper la cuerda, habilidad en la que los comunistas eran verdaderos expertos, a fin de conseguir la legalización del PCE, cuyos estatutos apestaban de contenidos totalitarios y golpistas, dirigido por dos genocidas de renombre: Santiago Carrillo, la rata de Pontejos, y Pasionaria, el zorrón de hijos sí, maridos no. Y entre ellos, y puede que dando a los dos, el meón de Alberti, sobre el que siguen pesando acusaciones gravísimas.
    Así pues, aquella acción premeditada, escogida y dirigida, que consistía básicamente en darle dos puñetazos en la cara o un par de tiros en las piernas, según fuera la reacción del fulano, Joaquín Navarro, un paleto al que apenas se entendía cuando hablaba, y al que el PCE a través de CCOO tenía pautado como cabeza visible de la huelga política que tenía colapsado Madrid, les salió mejor de lo que habían supuesto.  
    Por eso, como hemos dicho al principio. Si tuviéramos que escoger un hecho en el que quedó diáfanamente cristalizada la legalización del PCE, el hecho sería la matanza de Atocha, prácticamente olvidada y sin mayor interés salvo para el único superviviente y los familiares de los fallecidos.